De corte netamente urbano, la ciudad es el ámbito para el que fue concebida la AC4. Tanto por su ergonomía como por el rango de utilización de su motor 250, donde el medio régimen es muy lógico y aprovechable entre el tráfico. En este sentido, su gran autonomía también es un punto a favor, ya que con un rango de alcance de más de 300 km, las visitas a la estación de servicio serán esporádicas.

Desde ya que permite, con mucha seguridad, incursiones por autopistas para cubrir tramos interurbanos donde la única contra será la nula protección aerodinámica, algo que no es una crítica en este tipo de moto. Sus solo 139 kg de peso resultan un aliado a la hora de las maniobras a baja velocidad o en parado. De noche, la conducción está asegurada, aún en calles con poca iluminación. La iluminación full LED funciona realmente bien y es todo un diferencial en una moto de su valor.

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La ergonomía se ve beneficiada por un coqueto asiento que sorprende por su generoso mullido, pero que tiene la contra de ser demasiado ancho en su parte delantera, lo que irremediablemente nos separa mucho las piernas y que será un problema para los pilotos de menor talla a la hora de pisar el suelo con ambas plantas de los pies. Por suerte, son solo 790 mm lo que separan el asiento del suelo, lo que colabora positivamente en este sentido.

Los comandos en las piñas son los esperados por tacto y funcionamiento, y su calidad no desentonan con la general de la moto. Se echa en falta un interruptor de balizas. Por su parte, los espejos tomaron un camino tirando a lo moderno y no a lo clásico con los de forma redonda. En cuanto a lo funcional, ofrecen una sencilla regulación y una correcta visual de lo que sucede a nuestras espaldas.

Personalmente, el conjunto parece de mayor porte que en imágenes, no obstante es una moto que se siente más a gusto para los traslados en solitario.

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Esta entrada ha sido publicada el 9 julio, 2020 15:00