Muchos encontraran en el Winstar otra ventaja como ser el gran despeje del suelo, algo no muy habitual en scooters y que se agradece al transitar por calles de lomos y cunetas generosas. Sobre el interior del escudo frontal contamos con el siempre práctico gancho para bolsas y con una guantera con cerradura, que ofrece la suficiente capacidad para llevar el celu y llaves, por ejemplo. Como crítica no tiene barandilla de retención para estos objetos.

Bien por el piso completamente plano que además de brindar comodidad para los pies ofrece la posibilidad de transportar algún bulto. Siguiendo con el espacio de carga, el hueco bajo asiento (que se destraba mediante el tambor de arranque) es capaz de alojar un casco del tipo integral y algunos objetos menores. Dicho asiento, forrado en una delicada cuerina ocre, ofrece comodidad para ambos ocupantes, gracias a un correcto tamaño y mullido. Los pedalines para el segundo de a bordo son retractiles.

Salvo excepciones de scooters de baja cilindrada pero con dimensiones de “maxi”, los 150 resultan cómodos para pilotos de hasta 1,75 metros, aproximadamente. Y el Winstar no escapa a esto. No obstante podemos resaltar un buen espacio para las piernas y una segunda plaza para nada despreciable. A sus mandos observamos un instrumental que peca de anticuado y algo espartano, con una única esfera analógica (de fondo blanco) para velocímetro, quedando el medidor de nivel de combustible en la parte baja del mismo. Quizá podría incorporar un reloj horario y un trip parcial, por ejemplo, estando solo acompañado por los clásicos testigos luminosos.

Los comandos en las piñas son los esperados en un producto de estas características de correcto tacto y funcionamiento. Solo podríamos achacarles la falta de un pulsador o gatillo para la guiñada. Respecto de los espejos, a priori pueden resultar pequeños, pero debemos reconocer que una vez regulados ofrecen una visión digna.

La respuesta al acelerador es inmediata y la progresividad del sistema CVT está fuera de toda duda. La velocidad va en aumento de forma constante, lo que lo hace muy intuitivo y reactivo. El chasis sigue la habitual configuración de estas motos: es del tipo espina dorsal baja, utilizando el motor como elemento basculante.

Por su parte, las suspensiones (aunque básicas) cumplen un gran trabajo absorbiendo irregularidades, mostrándose más confortables que varios de sus rivales. El setting de fábrica claramente está orientado al uso citadino, siendo confortable e ideal para la conducción en las urbes colapsadas. Los frenos, a disco con pinzas de dobles pistón en ambos ejes, cumplen con su cometido, pero el tacto algo esponjoso en las palancas no termina de convencer.

Los neumáticos ofrecieron un agarre correcto y permiten cambiar de carril rápidamente en adelantamientos, con una agilidad destacada y ofreciendo un plus gracias al ya comentado rodado de 16 pulgadas. Los desplazamientos por la ciudad es donde más cómoda se siente, es ideal para los trayectos urbanos diarios de corto alcance. Con un peso no tan contenido (115 kg en vacío), no obstante se desenvuelve realmente ágil a la hora de pasar por los huecos que se forman entre los autos o en los atascos a los que nos tiene acostumbrado la ciudad. No hace falta mencionar que la autopista no es el lugar donde se sienta cómodo este Brava, ya que si bien supera los 90 km/h, resulta escasa la respuesta que ofrece para aceleraciones y maniobras de sobrepaso.