Si bien se trata de una “200”, esta Gilera es capaz de recibir decentemente a casi cualquier talla de piloto. La posición a bordo es muy cómoda de piernas, pero en contrapartida deberemos inclinar algo la espalda hacia adelante. Quizá no sea la postura en general más relajada, pero la SS es una moto pensada para trayectos urbanos cortos y de medio alcance; y en esas circunstancias no ocasionará molestias o cansancio prematuro. Como no podía ser de otra manera, la instrumentación es básica y bien espartana, con un pequeño guiño de modernidad. La única esfera (que al igual que el faro luce marco y carcasa cromados) alberga el analógico velocímetro con odómetro total y parcial. En su parte inferior y en el medio de los testigos de neutro y luz alta se encuentra un práctico indicador digital de marcha engranada. Por fuera del único instrumental se ubican los testigos luminosos de intermitentes, uno por lado y de iluminación un tanto pobre. El manillar negro ubica en sus extremos unos actuales comandos de calidad promedio y correcto funcionamiento. Lamentablemente no se incluyó el tirador de cebador en la piña izquierda, pudiéndolo accionar directamente sobre el carburador. Los espejos, por su parte, no tienen un aspecto muy Cafe pero son totalmente cromados, de buen tamaño y fácil regulación.

Tanto motor, chasis de cuna simple y basculante de caño redondo se encuentran acabados en negro, sobriedad que se conjuga muy bien con cualquiera de los colores disponibles; especialmente con el rojo o el “cremita”.

El asiento es totalmente plano, forrado en una cuerina marrón con costuras a la vista de muy buena percepción y con un pequeño apoyo lumbar. El tamaño es suficiente solo para conducción en solitario y el mullido un tanto mezquino. Ambos juegos de estriberas están recubiertos en goma y las asas de sujeción tienen en posición un tanto baja. La suspensión trasera cuenta con un juego de amortiguadores hidráulicos regulables en la precarga de los resortes; mientras que el freno es a disco con pinza de pistón simple. El caucho repite la formula vista en el delantero con una generosa pisada de 130/70 siempre en rodado 17”. Bien retro también es el faro trasero, de forma ovoide y acrílico rojo montado directamente con un soporte metálico sobre el guardabarros.

La Super Sport se desplaza ágilmente gracias a un monocilíndrico de 199 cc, 2 válvulas, refrigerado por aire y alimentado por un noble carburador. La potencia que desarrolla es de 14 CV a unas 8.500 rpm, siendo la misma muy progresiva a medida que abrimos gas y solo con presencia de vibraciones algo molestas en lo más alto del régimen. El encendido es del tipo CDI y el arranque solo eléctrico, que dicho sea de paso resultó rápido y fácilmente consiguió el ralentí. El dato de consumo Gilera no lo difunde en su ficha técnica, pero teniendo en cuenta los 11 litros de capacidad del tanque y las prestaciones del motor, creemos que debería rendir unos 250 km de autonomía. La velocidad máxima registrada está en el orden de los 115 km/h, pero este si se quiere es solo un dato más, ya que su ámbito natural es el urbano. La caja relaciona 5 marchas con un accionamiento correcto durante la prueba.

Los frenos, bien de estos tiempos –como dijimos– son de disco en ambos ejes y de desempeño acorde a las prestaciones de la moto. Rindieron correctamente durante la toma de contacto, el tacto del delantero es el esperado y de fácil dosificación, pero el trasero con un brazo de palanca algo largo no ofrece la mejor de las sensaciones. No obstante, uno se acostumbra y el funcionamiento es normal.

En lo que a rendimiento de las suspensiones se refiere, cabe señalar que la horquilla invertida responde muy bien y aporta ese plus en el tacto que delata todo lo que pasa debajo del caucho, un aspecto destacado de la parte ciclo de esta Cafe. Por su parte, el doble amortiguador trasero resultó un tanto duro, algo que junto al mencionado poco mullido del asiento empañan un tanto el bien logrado desempeño dinámico que sobre todo tiene esta Gilera en el trabado del tráfico citadino.