Montarse a la 150 no supone mayores problemas para los de talla media en adelante, ya que es levemente más acotada la distancia asiento-suelo que en una 250. Al mirar el cuadro de instrumentos nos llevamos una agradable sorpresa, incluye medidor de nivel de combustible y testigo luminoso de marcha engranada. Bien por Guerrero que incluyó estos indicadores de los que muchas motos de primera marca carecen. Dicho medidor de nivel analógico se encuentra compartiendo cuadrante con los indicadores luminosos de marcha engranada que dejan separados a la izquierda los de luz alta/cruce e intermitentes. A la derecha dice presente el velocímetro con solo odómetro total. El manillar es el típico de toda “enduro” y que en sus extremos cuenta con puños convencionales de bue grip. Los comandos en las piñas pecan de pasados de moda, calidad promedio y buen funcionamiento durante la prueba. Lamentablemente el cebador no se presenta en la piña izquierda, sino que se acciona mediante una leva ubicada sobre el carburador. Los espejos son de forma pentagonal, de correcto tamaño, fácil regulación, pero presentan vibraciones al ralentí como así también a elevados regímenes. Las manijas de embrague y freno resultan cómodas y suaves en su funcionamiento, siendo la de freno algo esponjosa al tacto. La posición de manejo es la esperada, bien descansada, adelantada, con la espalda erguida, los codos flexionados y las piernas bien recibidas por el delgado tanque y la correcta posición de las estriberas.

El motor que impulsa a la renovada GXL 150 Tundra es un monocilíndrico de 149 cc, 2 válvulas, alimentado por carburador y refrigerado por aire que entrega 11,4 CV de potencia máxima a 8.000 rpm. El mismo presenta arranque eléctrico y por patada con sistema de ignición CDI con avance electrónico. Si bien nuestra moto de prueba era 0km, el arranque en frío resultó rápido y apenas consiguió un mínimo de temperatura, de ralentí parejo. Es un motor que entrega de manera progresiva su potencia y que gracias al correcto escalonamiento de su caja de 5 velocidades (de comando un tanto duro, pero preciso) alcanza con cierta facilidad su velocidad máxima que se ubica en torno a los 100 km/h. Debemos decir que no es un 150 de los más serenos, ya que presenta algunas vibraciones especialmente a altas rpm. En contrapartida ofrece un consumo más que austero, convirtiéndose en una aliada ideal para los desplazamientos diarios por la ciudad.

El equipo de freno montado en la GXL, disco simple con mordaza doble pistón adelante y tambor atrás, es el mismo que equipan muchas motos de igual segmento y origen, y que habitualmente  resulta suficiente para las prestaciones ofrecidas. Sin embargo, nuestra unidad presentaba una performance bastante baja en ambos trenes, siendo más evidente en el delantero. Como ya dijimos, nuestra moto era 0km y quizá tenga que alcanzar unos cuantos kilómetros más para poder obtener su máximo poder frenante.

Las cómodas suspensiones de largo recorrido se absorben cuando se presenta un bache, mostrándose una vez más como una moto ideal para el día a día. No obstante, no se presentó hundimiento acusado de la horquilla. Recordemos que no presenta posibilidad alguna de regulación, es por eso que Guerrero optó por una configuración intermedia tirando a blanda. La suspensión trasera solo es ajustable en la precarga del resorte. Si bien los neumáticos son mixtos y presentan algunos “tacos”, se desempeñan con mejor agarre en asfalto. De todas formas, respondieron con corrección cuando la exigimos en caminos de tierra.