El asiento es muy generoso y la posición de manejo es ideal: un punto importante al ser una moto utilitaria, pensada para quienes trabajan sobre ella muchas horas por día. Parecería que la zona para el conductor se encuentra algo más baja respecto del modelo anterior, lo que permite que su espalda vaya bien recta (el colín más levantado aporta lo suyo para obtener esta sensación visual). En esto mucho tiene que ver el manillar elevado (cromado y de una pieza), que invita a llevar los brazos relajados, en una posición muy natural. Además, las estriberas están ubicadas bastante abajo, de forma que las piernas no quedan demasiado flexionadas. Están recubiertas en goma de generoso espesor y aportan su granito de arena para que la conducción sea aún más confortable. El espacio disponible para el acompañante también es más que suficiente. Justamente, el pasajero tiene a su disposición los brazos de un robusto portaequipaje para utilizar de asas. Lo que advertimos es que con el peso de una segunda persona la moto se torna algo inestable en el tren delantero, quizás más de lo normal.

Una vez arriba de la YBR, lo primero que llama la atención es que aún sigue sin incorporar el corte eléctrico, por lo que para ponerla en marcha hay que presionar directamente el botón de arranque (o utilizar la patada…). No es un punto en contra, pero cuesta acostumbrarse a no ver y manipular este comando. Los puños tienen un correcto grip y dimensiones, y los conmutadores poseen la clásica distribución de botones. Todos ofrecen un funcionamiento intachable y derrochan buena factura. Hay también un muy eficiente trabajo realizado con el cableado, con un recorrido que prácticamente pasa inadvertido.

El arranque es instantáneo, el ralentí muy preciso, y suena muy bien por ser una 125 (el escape ahora posee una pequeña protección de goma en la punta). El motor es alegre y poco sediento, características esenciales para un modelo pensado para la ciudad. La puesta a punto está muy bien lograda. Se trata de un suave y balanceado propulsor de 125 cc, SOHC, refrigerado por aire, que entrega progresivamente 10 CV de potencia. Es sólido y prácticamente indestructible. Tiene suficiente fuerza para atravesar la ciudad y afrontar alguna que otra ruta de corto alcance. Su mantenimiento es históricamente bajo. Dos de los puntos mejorados en términos mecánicos es un replanteamiento de los componente internos del carburador y el acelerador tipo Pull Pull, que permite obtener una mejora notable en la sensibilidad del comando. En frío hay que usar el cebador, podríamos decir que esto es casi un problema dada su complicada accesibilidad porque está ubicado en el motor y no en la piña.

Más allá de una estética puesta al día, la YBR goza de una parte ciclo sencilla pero eficaz, con un propulsor que la mueve con mucha soltura en bajo y mediano régimen. Es una moto a la que es fácil adaptarse. Es pequeña, ágil y responde inmediatamente a las órdenes del piloto. Ideal para ciudad por su comportamiento dinámico, bajo peso y poder de reacción entre cambio y cambio. Con ella es muy sencillo realizar maniobras entre los autos, aunque los espejos retrovisores con soportes tan cortos, sirven para verse los codos y poco más. Este es un aspecto que no logramos solventar en ningún momento. Se nota intuitiva, con una dirección neutral y un manillar fino que aporta en la faena.

La configuración del chasis genera buenas sensaciones en todo tipo de condiciones. Se complementa correctamente con las suspensiones: tanto la horquilla delantera como el doble amortiguador trasero ofrecen un buen comportamiento general, con un setting de fábrica intermedio (ni muy blando ni muy duro), de todos modos la horquilla se hunde bastante en frenadas demasiado acusadas. La caja de cambios responde a la perfección y está muy bien escalonada. El pasaje de marchas, bien “cortito”, es una delicia. El embrague se siente un poco “blando” pese a que jugamos con su regulación. Por su parte, el tacto de la palanca de freno delantero es excelente y el disco, de 245 mm, ofrece un buen poder de detención. Mientras, el tambor trasero funciona correctamente, pero notamos algunos ruiditos al exigirlo en la frenada. Obvio, nada que empañe un conjunto que trabaja con suma eficacia.

En autopista es donde esta YBR muestra su peor faceta. Al no poder seguirle el ritmo al tráfico, a veces da la sensación de poca estabilidad (quizás las cubiertas demasiado finas tengan que ver con esto). Aclaramos: no es una moto ideada para estos menesteres, es un modelo 100% urbano. De hecho en este aspecto está bastante por debajo de la FZ16, modelo que le sigue en escala dentro de la oferta de la marca. Por caso, la velocidad final con viento a favor ronda los 105 km/h a una 9.500 rpm. Como nuestra unidad de pruebas apenas tenía un manojo de kilómetros recorridos, creemos que esta cifra puede trepar algún decimal, pero dependerá mucho de las condiciones de conducción.

La historia le juega un papel fundamental: la YBR es una moto muy completa, ideal para quienes buscan un verdadero vehículo utilitario. Tanto para afrontar el yugo diario como para movilizarse hacía diferentes destinos. Cabe destacar la calidad de todos sus componentes y el cuidado en su armado. Señas de identidad de Yamaha y de este modelo.